Lo que parecía ser al principio una obstinación ideológica, respecto de la ponencia del PP relativa a su estrategia defensiva de la unidad de España,  María San Gil  ha declarado después que solo había sido un mero pretexto para manifestar su desconfianza en la fiabilidad de Mariano Rajoy, en tanto que jefe del partido. Sus palabras carecerían de peso, en una persona que lo apoyó incondicionalmente durante cuatro años,  si no se inscribieran en el contexto de la lucha por el poder dentro de su partido. Sin entrar en el  examen del sentido personal o ideológico de esta disputa, nos interesa poner de relieve, a través de las palabras de San Gil, la falsedad del lenguaje de la transición sobre la idea de liderazgo en los jefes de partidos estatales.  La presidente del PP vasco le dijo a Rajoy en un hotel de Vitoria: “Tengo un problema de confianza contigo. Te falta liderazgo”.   El liderazgo es la cualidad de un líder, es decir, de una persona que tiene el don y la capacidad de arrastrar, atraer, fascinar o sugestionar, con sus ideas y carácter, la voluntad de otras muchas. Este don personal se llama carisma. El liderato se basa en la confianza ciega que inspira a una masa de seguidores la condición carismática de una sola persona, no por razón del cargo político o la autoridad estatal que ostente, eso es indiferente,  sino por el halo de prestigio que se desprende de sus acciones. Hasta tal punto el carisma define la naturaleza de un régimen político, que Max Weber distingue tres prototipos de legitimidad del poder: el tradicional, el racional y el carismático. Ningún jefe de partido estatal, por la propia naturaleza del   poder que le otorga el jefe anterior o la camarilla del aparato, puede llegar a tener la condición de jefe carismático. Todos son jefes prebendarios.   El problema de San Gil es común a toda la clase politica del Estado de Partidos. Lo peculiar de ella es que, habiendo perdido la confianza en su jefe, es decir, su fe en que respetará en cualquier circunstancia la ponencia política del PP, redactada por ella, no somete al congreso del partido la sustitución de Rajoy por Mayor Oreja u otro dirigente que sea de fiar, aunque también carezca del carisma personal exigido por el liderazgo.  Por eso, lo que ella ofrece en lugar de confianza es mera “porfianza”. Una voz precisa que,  no estando en el diccionario, pese a sus nobles raíces en la porfía, se confunde vulgarmente con la cabezonería. Que no es el caso de San Gil, pues su porfianza no persigue tener ella sola la razón, sino la sustitución de Rajoy.   florilegio  "Fiar y confiar son expresiones de creencias derivadas de la fe en alguien. La porfía todavía arrastra el matiz peyorativo de su significación etimológica. Perfidia."

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