La podredumbre del régimen alcanza con particular virulencia a los que no han sido todavía maleados por la experiencia. Los jóvenes son engullidos por la maquinaria productiva con desesperante parsimonia, a través del cuello de botella de las posibilidades laborales que ofrecen el Mercado y el Estado. La incierta posición de la juventud española con respecto a su porvenir profesional se conjuga con recurrentes loas a su preparación (para la nada o para no se sabe qué).   Sin embargo, basta con acercarse a esa populosa Universidad donde moran “los jóvenes mejor preparados de nuestra Historia” para certificar el glorioso fiasco de la Enseñanza Superior. Existe un pavoroso desquiciamiento de los fines educativos si tanto los neófitos como los licenciados, se caracterizan por la ausencia de pensamiento propio, la incapacidad expresiva, y el desapego ante las fuentes culturales no inficionadas por la necedad y el mal gusto. ¿De qué perversa inercia trae su causa la persistencia de los estériles métodos que hacen de la Universidad un lugar sombrío para la inteligencia e idóneo para el achabacanamiento de la grey estudiantil?   La Universidad no late con el inextinguible afán de conocimiento ni está oxigenada por la libertad de pensamiento y el espíritu crítico, con los que se  debería envolver a los jóvenes. De ahí su necrosis: una monótona correspondencia de ineptitudes entre alumnos anonadados y  profesores  anodinos. Sin auténticos maestros y con una clerigalla docente que sólo exige memoriosos examinandos, la finalidad de la Universidad queda reducida al absurdo de revestir su inanidad intelectual con la expedición de salvoconductos laborales (casi siempre inservibles) a los estudiantes más duchos en la carrera de vallas.   En lugar de alentar en ellos un verdadero amor por la disciplina de la investigación o por el estudio mismo, se les empuja a salvar únicamente los obstáculos que  cierran el paso a la obtención de un título. No se faculta con saberes para la comprensión del mundo. Por eso, causa admiración que este devastador sistema educativo no haya conseguido impedir el desarrollo de la personalidad de aquellos jóvenes,  verdaderamente libres, que buscan la verdad con ardor, y representan el descubrimiento generacional del universo democrático.   Universidad de Salamanca (foto: Kike&Laura)

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