La política lingüística de los nacionalismos periféricos resulta cada vez más agresiva contra los hablantes de español. En Cataluña, casos ilustrativos de ello son la imposibilidad de escolarizar a los hijos o las multas por rotular sus comercios, en la lengua común. Después de siglos de  convivencia, los nacionalistas buscan en la lengua autóctona el único “hecho diferencial” posible, convirtiéndola en instrumento justificador y generador de sus ambiciones.   “En el fondo es amor”  (foto: Mfgraf) Si este asunto fuese menos visceral y más racional, podría observarse la contradicción del nacionalismo. Si el catalán hubiera sido en verdad una lengua proscrita y tenazmente perseguida por el centralismo español, que ha logrado sobrevivir gracias a la heroica resistencia de un puñado de clandestinos hablantes, ¿qué necesidad hay ahora, no ya de promocionar tan indomable idioma, sino de perseguir a los hablantes del español? Y si los pasados atropellos lingüísticos del nacional catolicismo fueron condenables, ¿no lo son, entonces, también los actuales, cuando se supone, además, lo que hemos avanzado desde entonces? Se equivocan los nacionalistas al creer que son exclusivamente los factores políticos los que diseñan el mapa de las lenguas. Responde éste, en similar medida, a razones socioculturales, al comercio o a las relaciones económicas en general. Y una composición de todos esos elementos determinó el  bilingüismo, asumido con normalidad, de los catalanes. La Generalidad Catalana pretende controlar todo lo que afecta a la parcela lingüística con el nuevo Estatuto (recordemos que únicamente refrendado por el 49% del censo).   En esta disputa suele ignorarse deliberadamente que son las personas y no las lenguas, los titulares de los derechos; y que  los auténticos damnificados de esta batalla son los hablantes. Parece ser que quiere resaltarse lo que nos separa, en lugar de lo que nos une. Los superficiales análisis mediáticos de los denunciantes (reaccionarios  defensores de la patria común) de tales discriminaciones nos presentan el recurso de siempre, pero que nada soluciona: vótese a otro partido. No quieren ver que es la lógica interna del  Estado Autonómico de varios Partidos lo que hace inevitable tan lamentables situaciones.

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