Senadora Hillary Clinton (foto: Nrbelex) Las elecciones primarias para la designación del candidato del Partido demócrata a la Presidencia de EEUU, que tanto interés están despertando en todo el mundo, no pueden ser juzgadas con arreglo a las pautas y valores que orientaron la opinión en anteriores ocasiones. Pocos estadounidenses quedarán impasibles ante la novedosa probabilidad de que su futuro Presidente sea un negro o una mujer. Y pocos europeos ignoran que el porvenir de la UE estará más favorecido si la Presidencia de los Estados Unidos la alcanza el candidato del Partido demócrata.   Este Diario ha indicado su preferencia por Obama porque lo malo conocido es siempre peor que lo bueno por conocer. Y la señora de Clinton, pese a su condición femenina,  no encarna  la potencia de algo nuevo que pueda cambiar significativamente la politica interior y exterior de EEUU. Sobre todo porque carece de credibilidad en su propio país y fuera de el. Es difícil de olvidar la ridícula comedia que representó ante las cámaras de televisión, con el animado rol de falsa heroína, en un imaginario recibimiento a tiros, al descender del avión en un aeropuerto de Bosnia donde fue recibida con ramos de flores.    De cada diez estadounidenses, seis desconfían de ella. Los últimos sondeos indican la diferencia de credibilidad entre los candidatos demócratas: treinta y nueve por ciento, Hillary Clinton; sesenta y dos por ciento, Barack Obama. En el mes de enero pasado, la misma encuesta daba a Clinton el cincuenta y seis por ciento. Y casi el sesenta por ciento creen hoy que ella es la sola  responsable de la actual división entre los demócratas.   Hasta el educado y prudente Obama se ha visto obligado a acusarla de deslealtad al partido y de mala fe hacia él: “Coges la declaración de un persona sacada de contexto y la repites hasta la muerte. Eso es lo que la senadora Clinton viene haciendo en los últimos días”.   Pero esta fría y comediante señora, que ya no espera obtener el favor del electorado demócrata, solo confía en el voto de los superdelegados del partido, a los que se dirige en todos sus comentarios sobre la inexperiencia de Obama  en politica internacional. Difícil tarea, dada la gran cantidad de ellos que se han pronunciado ya por Obama.

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