Basta un leve vistazo a las noticias que diariamente aparecen en los medios de comunicación, los cuales conforman la construcción social de la realidad, para comprobar la omnipresencia del Estado. Dejando a un lado la “página de sucesos”, en España resulta prácticamente imposible encontrar referencia a acontecimientos que no provengan directamente de, o tengan relación con alguna institución gubernamental (desde las presidencias del Gobierno central o de las CC.AA., pasando por los ayuntamientos hasta los institutos nacionales o la DGT), con organizaciones estatales y/o subvencionadas (partidos políticos, patronales y sindicatos…) o con los tribunales de justicia. Y cuando no, asistimos a entrevistas a, o declaraciones de, autoridades, jefes de partido, cargos políticos de la Administración y demás. Este hecho muestra la pervivencia del Estado totalitario. Algo absolutamente normal, al no haberse producido ruptura legal con el Franquismo ni periodo constituyente alguno. La sociedad civil continúa, así, subordinada al Estado.   La “noticia” no es un género para el saber. La red informativa se acopla al entramado político-institucional, y no hace sino reproducirlo. Y, en el momento decisivo de producir y legitimar estas instituciones, el sentido de la actualidad del gremio del periodismo le hizo aceptar la concesión de la libertad de expresión (inaugurando la visión de derecho como algo otorgado desde la autoridad), satisfaciendo su necesidad operativa de informar y medrar en la pugna por el gobierno entre los nuevos partidos estatales, a cambio de no cuestionar la misma fuente estatal del poder.   Hubo partidarios de la Transición. Pero algunos fueron víctimas de la disolución de lo ético en una moral utilitaria, manera personal  de acoplarse a aquellos usos sociales de la Dictadura y sobrevivir en lo público y/u oficial. “No te metas en política”, se decía. Pues, durante el Franquismo, cualquier crítica al gobierno estaba prohibida porque equivalía a criticar al Régimen. Ahora se puede criticar al gobierno y hasta a la oposición; pero en España jamás se cuestiona el orden político estatal heredado.   Oportunismo social, deslealtad personal, incertidumbre jurídica, desconfianza mutua, un gigantesco “dilema del prisionero” y estrategia maximín grabada en las conciencias. Ser sobre deber-ser. Desprecio de valores colectivos. Asesinato de la ética, y de la política. El periodismo suplanta a la filosofía. Y es que, “a la gente le interesa y preocupa el paro, la inmigración, la seguridad ciudadana, la vivienda, el terrorismo…”  A que les suena.   “Barbed wire” (foto: Roby 72)

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