Reducidos de empleo y sueldo, los partidos que han perdido la subvención estatal a los grupos parlamentarios, como IU y ERC, entran en situaciones de crisis que, más allá de la supervivencia política, plantean la razón de ser puras colecciones de crédulos de futuros sin porvenir. Este  drama, que el brusco despertar de viejas ilusiones ocasiona  a la inocencia de los partidarios, no afecta a los empecinados dirigentes de partidos estatales que ven disminuida su canonjía. Sin preguntarse por la utilidad social de seguir manteniendo un partido histórico en las cunetas de la historia, y sin conocer las causas objetivas de la derrota, una nueva ilusión, la de autoengaño, invade la mente de los actores del fracaso, haciéndoles creer que éste se debe a factores de mera coyuntura (bipartidismo) o a la incompetencia de algunos de los hombres de aparato que la propiciaron. Tal creencia desencadena las luchas internas por el control de los partidos perdedores.     Son conocidos los mecanismos psicológicos que conducen al mentiroso a creer, con el transcurso del tiempo, en sus propias mentiras. Por eso parece extraño que, en la observación de la política partidocrática, no se haya reflexionado sobre el hecho de que -en virtud de los efectos prodictores y retrodictores de la propaganda de partido, y del miedo a la decepción en un mundo azotado por las depresiones del espíritu- las mentiras del engaño pre-electoral, en lugar de ser eliminadas por los resultados adversos, generan las ilusiones del autoengaño post-electoral. Aunque éste proviene de un mismo tipo de engaño colectivo, opera de modo conservador en los grandes partidos y de modo revisionista en los pequeños. Rajoy se salva por la misma razón de partido que condena a los señores Llamazares y Carod Rovira. Mientras que el autoengaño permite al nacionalismo vasco hacerse la ilusión de que lo fracasado en las urnas no ha sido la política irresponsable del PNV, sino el plan soberanista unido al nombre Ibarreche.   Donde no cabe la desilusión ni el  autoengaño, ante cualquier resultado electoral, es en los abstencionarios por deber de conciencia. Incapaces de mentir ni de engañarse, siempre son conscientes, como La Fontaine, de que el hombre del común es de hielo para la verdad y de fuego para la mentira. florilegio "Mentir para dañar al que confía en la palabra dada es la forma cobarde del crimen. La mendacidad proviene de la desconfianza en sí mismo y del temor a la inteligencia de la buena fe. La mentira destruye la propia personalidad y no prospera sin la mala fe del que necesita creer en ella,  para sentirse al instante superior a quien, a su pesar, admira."

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí