Si el Jefe de Estado de un país intermedia directamente en el tráfico de armas, es que su moralidad pública ha caído por los suelos. Si es habitual que se mezcle con todo tipo de negocios, públicos y privados, a pesar de su sueldo público (propio, de sus familiares y de sus lacayos) es que ha dejado de ejercer su función con dignidad. Si los integrantes de la Casa Real poseen cuentas en Suiza, es que no creen en la solvencia de la banca española ni en el futuro económico de su propio país. Si Washington o Londres son sus estancias más habituales, suyas y de sus familiares más allegados, es que se preparan un exilio dorado si se produjeran esas fatales circunstancias para ellos. Y es ingenuo pensar que la realidad de la realeza española está oculta a los ojos del mundo en la época de Internet y de la transparencia internacional. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice un viejo aforismo español, y hoy son los españoles los que se empecinan en engañarse a sí mismos.

 

Si los lujos del monarca (su elefantiásico parque móvil es significativo), sus derroches, sus amantes, sus dádivas (la última, los Ferraris de Abu Dhabi) y sus cacerías lo han desprestigiado ante el mundo y ante sus súbditos (sería exagerado considerarlos ciudadanos en las actuales circunstancias constitucionales), es que el sistema se desmorona y, como en el cuento del infante Don Juan Manuel, el rey está desnudo. Si los votantes lo ven normal y ni siquiera se inquietan o su opinión pública no se lo reprocha, es que su futuro económico como país se vislumbra complicado cuando todo se fía a las habilidades comerciales y mediadoras de su monarca, que preferentemente mira para sí mismo, como ocurrió desde el primer día en que aceptó el trono de la mano de Franco y por encima de su padre, legítimo heredero. Por eso a nadie extraña que el rey haya recibido en el palacio de la Zarzuela a Jay Johnson, presidente de la compañía estadounidense General Dynamics, cuya filial española fabrica los carros de combate Leopard que España aspira a vender a Arabia Saudí mediante un contrato que ronda los 3.000 millones de euros. Ninguna voz en este desierto al que se parece cada vez más España ha criticado esta decisión, salvo Radio Libertad Constituyente, que lo analizó en sus informativos.

 

El presidente de la multinacional norteamericana había acudido a Zarzuela acompañado por el almirante general de EEUU, James Jones, el vicepresidente europeo de General Dynamics y consejero delegado de Santa Bárbara Sistemas, Alfonso Ramonet, y el consejero delegado de este grupo, Carlos Villar, ex jefe de Estado Mayor del Ejército. ¿A nadie ha extrañado tampoco esta doble condición? Todo lo contrario: el joven experto militar español Esteban Villarejo cuenta en su blog que el presidente de General Dynamics, Jay L. Johnson fue jefe de Operaciones Navales de la US Navy entre los años 1996-2000, y apostilla: “por cierto, algo que debería servir de ejemplo para España respecto al trasvase del conocimiento militar al civil”.

 

Pero el trasvase debe ser de algo más que conocimiento, pues el monarca hizo lo indecible por no perderse el encuentro. Apoyado en una muleta, don Juan Carlos recibió a los invitados en el salón de audiencias, donde posaron para la fotografía oficial. General Dynamics, con sede en Virginia y unos 90.000 trabajadores en el mundo, es la compañía líder en el mercado de la aviación ejecutiva, sistemas de combate terrestres, armamentos y municiones, astilleros y sistemas marinos, y sistemas y tecnologías de información. Su presidente se encuentra en España para visitar las instalaciones que el grupo tiene en nuestro país, tras las modificaciones introducidas en la estructura europea del grupo (European Land Systems), que ha supuesto el traslado de su sede desde Viena a Madrid. Se ve que en España hacen más y mejor negocio bajo la capa real.

 

Su grupo Europeo de sistemas terrestres es uno de los líderes en el sector de la defensa y uno de los principales suministradores de sistemas y soluciones para las Fuerzas Armadas españolas. Es el peaje que hay que pagarles y del que ningún periódico ni partido político da cuenta. En Europa tiene presencia en España, Alemania, Austria y Suiza, donde emplea a más de 3.200 trabajadores. Y en España, su filial es Santa Bárbara Sistemas, que cuenta con una plantilla de 1.650 trabajadores.

 

En territorio español se fabrican desde vehículos de combate hasta sistemas de artillería, pasando por armas ligeras y municiones. Entre otros vehículos blindados, fabrica, bajo licencia, el carro de combate Leopard y el RG-31, ahora desplegado en Afganistán, para el Ejército español. España aspira a adjudicarse el contrato de venta de entre 200 y 270 carros de combate Leopard a Arabia Saudí, que rondaría los 3.000 millones de euros, el mayor de la industria militar española en la historia. Con este contrato como principal asunto, el rey recibió el pasado viernes al ministro de Defensa de Arabia Saudí, el príncipe Salman bin Abdelaziz, quien también fue recibido por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el ministro de Defensa, Pedro Morenés. Alfombras rojas para los traficantes de armas que gozan de la intermediación de Juan Carlos. ¿A cambio de qué?

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