El enfrentamiento a muerte entre Irán y Arabia Saudí hizo fracasar el pasado domingo la reunión de 16 países productores en Doha, la capital de Qatar, entre productores OPEC y no OPEC, en la que se proponía congelar los niveles actuales de producción. El crudo Brent, que se había hundido al mínimo de 12 años en el pasado mes de enero, había subido un 50% desde entonces -cerraría a 43,1 dólares el barril el pasado viernes- ante el acuerdo alcanzado entre los dos mayores productores mundiales, Rusia y Arabia Saudí, para limitar la producción. Aunque muchos analistas consideraban el acuerdo necesario, pero no suficiente, para conseguir un equilibrio entre la oferta y la demanda de crudo, la imposibilidad de llegar a un acuerdo se esperaba que tendría consecuencias negativas para el precio del crudo, al menos en el corto plazo. Sorprendentemente, no ha sido así.

El ministro de Petróleo de Qatar afirmó al término de la conferencia que el grupo “necesita más tiempo” -hasta junio- para poder llegar a un acuerdo, pero afirmó en forma manifiestamente optimista que ha mejorado el equilibrio de oferta y demanda, lo que no es cierto, y que no era tan urgente el acuerdo. La realidad es que Iran ha calificado de “ridícula” la pretensión de que el país congele su producción antes de que consigan alcanzar el nivel previo al embargo, que era de cuatro millones de barriles día, cuando en el momento actual afirman que solo están produciendo 3,3 millones, pero Irán fue mucho más lejos: ni siquiera se dignó asistir a la reunión. Arabia Saudí, que como mayor exportador mundial tenía la llave del acuerdo, ha considerado inaceptable la actitud desafiante y prepotente de Irán y ha hecho descarrilar cualquier posible acuerdo.

¿Y ahora qué?

Pues los precios del crudo cayeron un 5% en los mercados asiáticos la misma noche del domingo, aunque Europa redujo la caída en la apertura a menos del 3% y al final de la tarde en EEUU el crudo apenas caía (el West Texas) y subía (¡¡¡¡) el Brent. La previsión de ayer del ‘Wall Street Journal’ afirmando que el crudo se desplomaría hasta los 30 dólares parece puro sensacionalismo, pero que suba en lugar de bajar era totalmente inesperado.

Y a nivel de empresas, la sorpresa ha sido mayor aún, el XOP:US (SPDR S&P Oil&Gas Exploration&Production), el índice más amplio de petroleras norteamericanas o cotizadas en el S&P, y que yo les recomendé como inversión junto con el XME:US (SPDR Metals & Mining ETF) a final de enero, cuando parecía que el Apocalipsis se había adueñado de las bolsas de valores, subía más de un 2% contra todo pronóstico a media tarde, acumulando una subida del 60% desde que se lo recomendé. Aunque una subida igual no la esperen ya en lo que queda de año, así que para aquellos que me hicieron caso, mi recomendación hoy es que tomen al menos la mitad del beneficio y con el resto esperen. ¡Ah!, y mantengan el XME -que también subía ayer casi un 2%- aunque la ganancia acumulada desde fin de enero es del 89%.

Digo esto porque, aunque la caída ayer del petróleo ha sido modesta, y las petroleras no solo han caído sino que han subido, en las próximas semanas lo que ocurra no es claro, aunque la mayoría de analistas espera que se produzca una caída de precios. Sin embargo, esta caída obligará a nuevos recortes de producción, particularmente a los productores de petróleo y gas de ‘fracking’ en EEUU, lo que ayudará a restablecer más rápidamente los equilibrios de oferta y demanda. Sin embargo, lo ocurrido tiene una explicación coyuntural, porque el efecto de no haberse llegado a un acuerdo en Doha ha quedado casualmente compensado por la huelga de trabajadores de petróleo en Kuwait, que ha reducido la producción del emirato en 1,7 millones de barriles, lo que comparado con un exceso de oferta de 1,5 millones, significa que mientras dure la huelga, oferta y demanda están equilibradas; pero es más, si la huelga de Kuwait se mantiene un tiempo más, será suficiente para eliminar todo el incremento de ‘stocks’ que se ha producido en el segundo trimestre. Y aunque se trata de un hecho puntual, es muy ilustrativo de cómo pequeños accidentes en la producción pueden desestabilizar los mercados en pocos días.

Para Goldman Sachs, que es el banco de inversión mundial más activo en ‘trading’ de materias primas, la bajada de precio será buena para los mercados al final del día: “Creemos que el que no se haya llegado a un acuerdo en Doha es probablemente mejor a largo plazo, porque permite continuar con el proceso de rebalancear la oferta y la demanda y no hay rebalance sin presión y la presión solo puede venir de menores precios”. Goldman dijo tambien ayer que mantiene su previsión de 45 dólares por barril para el cuarto trimestre para el crudo West Texas Intermediate (WTI), que se encuentra hoy en 39 dólares, y que su previsión para el año 2017 sigue siendo una media de 58 dólares para el WTI. Ahora bien, una caída de precio para este segundo trimestre de hasta 35 dólares es ahora más probable ante la decisión de no congelar la producción. Creen que pasarán entre seis y nueve meses antes de que se produzca un déficit de producción que presione al alza los precios.

Para los analistas de Barclays, la recuperación del mercado petrolero va a continuar a pesar de la falta de acuerdo, y no creen que el precio caiga de nuevo por debajo de 30 dólares, como afirmaban ayer por la mañana los más sensacionalistas, “la tendencia sigue siendo alcista porque los suministros no OPEC, particularmente el petróleo no convencional, van a seguir reduciéndose -en 700.000 barriles día, según la Agencia Internacional de la Energía- y la demanda, aunque no crece como el año pasado, sigue aumentando. Si los precios subieran por encima de 40 dólares, el llegar a un equilibrio costaría mucho mas tiempo”. Pero de todas maneras, y aunque en la reunión de Doha no se haya llegado al acuerdo de congelar las producciones, casi ninguno de los países presentes tiene capacidad para incrementar la producción de su nivel actual.

La clave de todo el tema está en el enfrentamiento cada vez más acusado y virulento entre Irán y Arabia Saudí. Irán ha incrementado la producción en 400.000 barriles día desde que finalizaron las sanciones, y quiere incrementarlo más aún, como ya he explicado, y es aquí donde está el problema, ya que el príncipe saudí Mohammed bin Salman, hijo del rey y nuevo hombre fuerte del reino, ha amenazado con responder a un nuevo incremento de la producción iraní con nuevos incrementos en la suya. El reino saudí puede incrementar su producción un 10%, o un millón de barriles día, de forma inmediata y doblar esta cantidad entre seis y nueve meses, lo cual sí que llevaría de nuevo el precio del crudo a 30 dólares o menos, “30 o 70 dólares es lo mismo para nosotros, no necesitamos precios del petróleo altos”.

Claro que esto podría ser visto por muchos, y no solo por Irán, como una auténtica acción de guerra – los ‘ratings’ crediticios de más de 10 países productores, incluidos Rusia, todos los emiratos, Irán, Irak y la propia Arabia Saudí, se verán recortados según Moody’s, si la reunión del domingo de Doha fracasaba, y ha fracasado-, y sin la protección de EEUU el reino saudí no podría defenderse de un ataque exterior. Pero es que EEUU empieza a verse seriamente perjudicado tambien. Los mayores bancos de EEUU, JP Morgan, Wells Fargo, Bank of America y Citigroup, tienen una exposición con empresas energéticas de 190.000 millones de dólares, y 110 empresas norteamericanas de servicios y producción de petróleo y gas han quebrado. Su deuda es de casi 27.000 millones de dólares. Es decir, antes o después, EEUU tendrán que explicar a los saudíes que no pueden hacerse tantos enemigos a la vez, porque aunque son muy ricos son también muy vulnerables.

El enfrentamiento Irán-Arabia Saudí

Como es perfectamente conocido, aunque musulmanes, la visión religiosa de ambos países es radicalmente diferente. Los saudíes son suníes, y los iranís, chiíes. Los dos se ven a sí mismos como los herederos espirituales de Mahoma y pugnan por el derecho a liderar a los musulmanes. Pero esto se ha enconado exponencialmente en tiempos recientes. Arabia Saudí ejecutó hace tres meses a un prominente clérigo chií, Nimr al Nirm, y a 47 personas más acusadas de terrorismo, lo que llevó a la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países, e Irán ha amenazado a los saudíes con una “venganza divina” (“ este erudito oprimido por sus creencias no estaba implicado en ningún movimiento armado ni en conspiraciones encubiertas”, afirmaría Al Jamenei, líder supremo de Irán), pudiendo destruir los campos petroleros saudíes en minutos.

Pero, además, la influencia iraní no cesa de crecer. En Irak, Siria y Líbano gobiernan los chiiíes, y los grupos suníes, incluidos los terroristas del ISIS, simplemente están perdiendo la guerra; en Yemen, considerado siempre un ‘protectorado’ saudí, la minoría chií derrocó al Gobierno prosaudí, y aunque la situación se ha estabilizado temporalmente, los saudíes han sido incapaces de restablecer la situación. Tienen una poderosa aviación pero un ejército demasiado débil para recuperar nada. Todo esto es lo que ha llevado al fracaso en Doha, es decir, todo es un problema político y esto puede ser bueno o puede ser malo. El sábado por la tarde, sin embargo, parecía que los saudíes estaban de acuerdo con el texto del acuerdo, pero todo cambió el domingo por la mañana.

El influyente ministro de petróleo, Ali al-Naimi, un octogenario saudí que ha estado al frente de todo durante más de 20 años, insistió en que el acuerdo debería incluir una cláusula suspensiva, según la cual si el acuerdo no era firmado por Irán, este no sería válido, lo que equivalía a romper el mismo, ya que Irán ni siquiera estaba presente. Después de horas de duras conversaciones, fue imposible encontrar un texto que satisfaciera a Al-Naimi, que ha hecho de poli bueno mientras que el príncipe Salman ha sido el poli malo pero ahora es quien tiene todo el poder. Y la reunión terminó sin posibilidad de llegar a ningún acuerdo. El ministro ruso de energía, Alexander Novak, culpó a los saudíes del fracaso sin citarlos expresamente: “Pienso que hay países que han venido aquí para firmar un acuerdo, no para discutir la presencia de otros países que ni siquiera están participando”. “Hemos perdido el tiempo discutiendo porque cuando todo estaba acordado algún país ha cambiado de opinión”.

No parece que en Doha los saudíes hayan hecho muchos amigos, y sí poderosos enemigos. De momento, Irán ha empezado a enviar tropas de élite de la guardia revolucionaria a Siria para ayudar a Bashar al Asad a acabar de una vez por todas con los movimientos apoyados por los saudíes, lo que con la enorme ayuda de la aviación rusa, cuya eficacia está siendo terrorífica, ha cambiado por completo el signo de la guerra. En definitiva, el problema de Doha ha sido político, y la política se está decidiendo por las armas.  

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