Gustave Moreau 1864 Edipo y la Efigie
Gustave Moreau 1864 Edipo y la Efigie

Aristóteles en su Poética declaró a la obra Edipo Rey de Sófocles, la mejor tragedia que conoció. En el capítulo VI, Aristóteles describe que las tragedias que provocaban piedad y terror lograban transformar el espíritu del espectador y a este efecto lo llamó kátharsis o purificación. Este mismo resultado, según numerosos testimonios, era el perseguido en las ceremonias de iniciación de los viejos ritos mistéricos, como los de Eleusis, en los que, por cierto, Sófocles fue iniciado.

Las tragedias griegas tenían mucho en común con las óperas actuales: había música, diálogo, canto, ritmo, danza, trama y coro. El pensamiento sobre el que se asentaban era muy profundo. Una sola frase de esta obra de Sófocles pronunciada por Yocasta, esposa (y madre) de Edipo, fue el revulsivo que empujó a Freud a construir toda una teoría: “Tú no sientas temor ante el matrimonio con tu madre, pues muchos son los mortales que antes se unieron también a su madre en sueños”. Solo el gran arte consigue expresar, a veces con miles de años de adelanto, conceptos que no han sido desentrañados por la filosofía y la ciencia.

La función de la tragedia es dar a conocer unos principios cuya ruptura es contraria a la naturaleza humana, utilizando habilidades que hoy diríamos que pertenecen al ámbito de la inteligencia emocional. La relación entre la tesis de Goleman sobre la inteligencia emocional y el binomio emoción-razón de esta y otras tragedias merecen un estudio aparte, si es que son de interés del lector. El mensaje que Sófocles transmite al espectador es inefable aunque se puede vislumbrar fugazmente mediante un choque emocional, pero no mediante la razón sola.

Sófocles presenta a un protagonista que se enfrenta y vence a la efigie porque es más sabio que los demás mortales, pero es un ignorante de sí mismo. Es honesto porque es coherente y este es el primer requisito para poder enfrentarse a la verdad. Edipo conoce la verdad incluso antes del inicio de la obra, aunque no sabe que la conoce. El protagonista se esfuerza en adquirir los conocimientos que salven a su pueblo, para ello ha de concentrarse en el conocimiento de sí mismo. Acude al templo de Delfos, cuyo frontispicio rezaba precisamente “conócete a ti mismo” y el oráculo le hace saber que un crimen es la causa de la peste que padece su reino y que no cesará hasta que el asesino sea expulsado de él. Maldice al asesino y termina descubriendo que el maldiciente, el maldito, el asesino y Edipo, son la misma persona. Este tránsito de la ignorancia de sí mismo, al conocimiento y las consecuencias de este, fascinó a Aristóteles y a generaciones de espectadores.

La naturaleza humana tiende a identificar la idea de la realidad con esta misma. Esto es buscar la verdad. La pasión por descubrirla ha de ser mayor que el terror que provocan sus consecuencias.

Sófocles aterra al espectador, que también se ve empujado por su naturaleza a buscar la verdad, al precio que esta quiera cobrarse. Existe un bien superior a la propia vida o al propio destino que puede exigir al hombre su propio sacrificio, a cambio de encontrar un nuevo aspecto de la realidad que beneficie a otros.

En la historia existen múltiples ejemplos de que aquel que logra vislumbrar un nuevo aspecto de la realidad otorga un beneficio asombroso a la humanidad, pero el precio del descubrimiento puede ser la propia extinción, física o civil, el propio sacrificio. Platón lo describió en el mito de la caverna y Esquilo en el de Prometeo: Cristo, Sócrates, Cicerón, Aspasia, Gandhi, Clara Campoamor y Lincoln son algunos ejemplos.

Edipo es a la vez el buscador de la verdad y la verdad buscada. Sófocles muestra que Edipo y el espectador están obligados a rastrear la verdad comenzando desde el fondo de sí mismos y a ser leales con ella, una vez hallada. Conocerla es la propia perdición, pero negarse a hacerlo es ir contra la propia naturaleza.

El terror que provoca esta idea es atemperado por la piedad, hacia sí mismo y hacia el género humano. Sin la piedad, que es a la vez una virtud y una pasión, ni el espectador ni Edipo son capaces de soportar las terribles consecuencias de la verdad.

Sófocles no trata solo de entretener, ni de expresar bellas ideas de un modo grato, que es el concepto que en general se tiene del arte. El material sobre el que Sófocles trabaja es el espíritu del hombre. Trata de desencadenar las pasiones más violentas de la naturaleza humana. Expresa lo inefable y logra transmitir, como con un fogonazo, ideas que estaban dentro del espectador, aunque como Edipo, no era consciente de que las conocía. Sófocles estuvo vigente hace dos mil años y lo estará dentro de otros dos mil, mientras la naturaleza humana siga siendo la misma.

Pero además es un escultor de la psique humana, que utiliza el terror y la piedad como martillo y cincel para modelarla. Su obra se materializa en cada espectador, pero no porque resulte agradable, o le haga reflexionar, o le provoque pasiones o sensaciones, que es lo que ocurre con el arte en general.

Sófocles trabaja sobre el material humano para esculpirlo. Por este motivo especialmente, su obra es una de las más sobresalientes de la historia de la humanidad.

 


Puede bajarse la obra Edipo Rey de Sófocles, en este enlace.

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