Santiago Carrillo y Felipe González, en el año 1977

Santiago Carrillo mostró lealtad con la Junta cuando se negó a abandonarla a propuesta del PSOE y demás grupos de Conferencia Democrática para formar, junto con ellos, una nueva coalición bajo el nombre de Alianza Democrática. No deja de ser curioso que uno de los motivos por los que el PSOE rechazó en un principio la Junta Democrática fue que la considerara una plataforma comunista con una fachada burguesa. Ahora se pretendía atraer al PCE en una nueva coalición a la vez que el PSOE ponía como condiciones dejar fuera a las personalidades de la Junta como García-Trevijano, Calvo Serer y demás demócratas independientes (los partidos querían arrogarse la exclusiva de la participación política y así quedaría finalmente escrito en la no Constitución del 78); y también excluir a los partidos que pudieran rivalizar con el PSOE, aquellos que tenían la palabra socialista en sus siglas, como el PSP de Tierno y la ASA de Alejandro Rojas Marcos. Decía Carrillo en una asamblea del PCE: “El PSOE nos dice: dar de lado la Junta y vamos a hablar vosotros, nosotros y la Democracia Cristiana. A eso les respondemos: no. Hemos hablado años y os habéis opuesto a que se haga nada concreto. Ahora existe la Junta. Podemos hablar de cómo completarla, mejorarla, perfeccionarla. Pero deshacer la Junta ¡de eso ni hablar!”. (1) El embajador Stabler también menciona la invitación del PSOE y la respuesta del partido comunista: “El PCE, sin embargo, ha rehusado rotundamente, afirmando que el PCE no consentirá que la Junta sea desmantelada o reemplazada”. (2)

La lealtad de Carrillo y el PCE obligó al PSOE y a la democracia cristiana a iniciar conversaciones con la Junta que comenzaron en agosto de 1975 ya constituida Plataforma de Convergencia. Plataforma y Junta coordinaron sus acciones y emitieron un comunicado conjunto en septiembre de 1975 ante la situación creada por el Decreto Ley contra el terrorismo y las condenas a muerte de ese año que provocaron protestas en todo el mundo. En ese comunicado se comprometían a realizar un esfuerzo para formar una nueva y amplia coalición de la oposición democrática y propugnaban un período constituyente, previo restablecimiento de todas las libertades políticas y sindicales y derechos ciudadanos, que desembocara en una consulta popular sobre la forma de Estado y de Gobierno.

El Secretario General del PCE defendía la Junta ante la intención del PSOE y la democracia cristiana de desmantelarla: “No es posible, y no lo será nunca, que los comunistas incumplamos acuerdos y compromisos tomados con nuestros aliados”. (3) En el órgano de propaganda del PCE, Mundo Obrero, se defendía a las personalidades de la Junta de las que recelaban el PSOE y demás partidos en Conferencia: “Uno de los argumentos con que algún sector insiste aún en sus ataques a la Junta Democrática es el de negar representatividad a las ‘personalidades’ o ‘grupos’. Parece más bien un pretexto de quienes desearían, quizá, que no existiese la Junta Democrática para tener un campo más libre para determinadas operaciones” […] “En una serie de casos, una personalidad puede representar una fuerza política más real que una sigla, aunque ésta sea formalmente ‘partido'”. (4)  Estaban aludiendo  y reconociendo la importancia de personalidades de la Junta como Antonio García-Trevijano, fundador de la Junta Democrática. Pero los comunistas incumplieron todos sus compromisos tomados en la Junta Democrática y traicionaron a las personalidades.

El significado de la ruptura democrática fue entendido a la perfección por Carrillo y la defendió abiertamente. Reconocía como capital la declaración del Manifiesto de la Reconciliación de la Junta Democrática (redactado por Antonio García-Trevijano) y lo citaba diciendo: “La evolución democrática del Estado por vía de reformas legales es, objetiva y subjetivamente, imposible”. (1) En un mitin en Francia en noviembre de 1975 decía Carrillo con toda razón unas palabras que adelantaban la explicación de lo que significó realmente el referéndum de la Ley para la Reforma Política de diciembre de 1976: “Se sugiere que Juan Carlos podría someter a referéndum una ‘reforma constitucional’ que consagraría su monarquía y limpiaría un poco la fachada destartalada del franquismo. Pero, ¿qué diferencia hay entre un referéndum hecho por Juan Carlos, sin libertades, sin partidos políticos, y los referéndums hechos por Franco en el pasado o los que puede hacer cualquier régimen tiránico?”. El Secretario General del PCE estaba comprometido con la apertura de un periodo constituyente: “La Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia han puesto a punto una alternativa al franquismo, que rechaza la monarquía continuista y se pronuncia por un poder ejecutivo transitorio de amplia coalición, que abrirá un período constituyente, dará las libertades políticas sin discriminación, y convocará a elecciones de una Asamblea Constituyente sometiendo la cuestión de la forma del Estado a la libre decisión del pueblo”. (5)

La presencia del PCE en la Junta Democrática fue perjudicial para la misma porque el Departamento de Estado la consideró un enemigo a neutralizar. La Junta no era recibida oficialmente por el gobierno estadounidense y la política de éste era presionar a los aliados europeos para que hicieran lo mismo para así marginarla, a la vez que reconocían y apoyaban a otros grupos de la oposición considerados moderados como el PSOE. Y sin embargo, el PCE sí se benefició de su pertenencia a la Junta Democrática, porque significó su presentación en sociedad de la mano de personalidades de prestigio, demócratas y moderados, profesionales liberales y empresarios de renombre. El derecho del PCE a estar en la Junta fue defendido -con razón- ante los americanos por las personalidades que jugaron un papel tan importante en ella. Rafael Calvo Serer, por ejemplo, explicaba en un encuentro en junio de 1975 al embajador estadounidense en Méjico, Joseph John Jova, que la Junta Democrática era una agrupación de toda la oposición antifranquista y que de los veintitrés miembros del Consejo Ejecutivo sólo dos eran comunistas; defendió que era legítimo que el PCE formara parte de la Junta, que los comunistas aceptaron plenamente las reglas de la democracia y que respetarían los compromisos del gobierno actual con los Estados Unidos, incluyendo los relativos a las bases militares; dijo que el PCE era el partido político organizado más fuerte en España y que su influencia podía verse en las comisiones obreras y su papel predominante en los trabajadores españoles; y añadió que, al contrario que los comunistas portugueses, eran antisoviéticos: en 1968 Carrillo había protestado enérgicamente por la invasión soviética de Checoslovaquia. (6)  Pero el eurocomunismo de Carrillo, sus explícitas declaraciones reprobando la política de Cunhal y su disposición favorable a mantener las bases americanas en España no sirvieron para convencer a Kissinger y ablandar su postura intransigente ante el PCE y demás partidos comunistas europeos.

Santiago Carrillo fue leal a los compromisos tomados y a la idea de la ruptura democrática, fiel a las personalidades como Antonio García-Trevijano -creador de la idea y de la estrategia política para hacerla realidad-, mientras le convino a él y a su partido. Cuando Carrillo y los comunistas vieron la posibilidad de la legalización del PCE y la oportunidad de participar en el reparto del botín estatal junto con los franquistas de la reforma y los demás partidos que la apoyaron, olvidaron todas las declaraciones hechas, se contradijeron sin ninguna vergüenza y traicionaron de la manera más impúdica todos los compromisos, la causa de la ruptura democrática y a las personalidades que fueron fundamentales en la oposición democrática.

 

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(1) Mundo Obrero, n.º 12,1975

(2) Cable 1975MADRID02824_b, Public Library of US Diplomacy, Wikileaks.org

(3) Mundo Obrero, n.º 6, 1975

(4) Mundo Obrero, n.º 8, 1975

(5) Mundo Obrero, nº39, 1975

(6) Cable 1975MEXICO04981_b, Public Library of US Diplomacy, Wikileaks.org

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