Salvando las distancias ideológicas y políticas, la coherencia de una gran parte de militantes de la CUP es indiscutible. La democracia asamblearia de la CUP es una utopía, como lo demuestra el hecho de que para tomar una decisión tan sencilla como la de apoyar o no a un candidato a Presidente de la Generalidad de Cataluña hayan transcurrido nada menos que tres meses.  La democracia asamblearia solo es aplicable en territorios con muy poca población. Para las naciones en las que habitan millones de personas, como es el caso de España, los padres de la democracia americana, sin saberlo, inventaron la democracia representativa, que ha mejorado Antonio García-Trevijano en su libro Teoría Pura de la República.

¿Se imaginan que hubiera un escenario político como el resultante tras las elecciones oligárquicas si se eligiera a los diputados de forma uninominal en distritos pequeños de no más de 100.000 habitantes? ¿Se imaginan un escenario como el actual si en España se pudiera elegir al presidente del gobierno o al presidente de la Generalidad de Cataluña en unas elecciones distintas de las parlamentarias de forma uninominal y en un distrito único nacional en el caso español y regional en el caso catalán?

En España sufrimos una oligarquía de partidos. Los partidos estatales, en tanto que están financiados en gran medida por el Estado y viven en el Estado, se reparten el poder tras someter dicho reparto a la voluntad de los votantes. Los españoles no pueden elegir porque son los jefes de partido quienes seleccionan a los integrantes de las listas de partido. Son las listas y el sistema electoral proporcional las que impiden que el elector pueda ser elector, por lo que su elección se limita a la ratificación de lo elegido previamente por los aparatos de los partidos. Nadie conoce a los diputados, tan solo distingue entre siglas, como si la política fuera fútbol. Yo soy, dicen muchos, pero no piensan. La elección se convierten entonces en una pasión meramente ideológica. Sin embargo, ¿hay ideología posible en un régimen de poder oligárquico en el que los partidos son financiados por el contribuyente? El hecho de que el Estado financie a todos los partidos convierte al Estado en su amo. Los partidos dejan de representar a una parte de la sociedad para ocupar una parte del Estado en el que no cabe otra ideología que la socialdemócrata, ni otras reglas de juego que el consenso. Ni representación ciudadana, ni separación de poderes, ni independencia judicial. Con un régimen de poder como el español no podemos esperar otra forma de gobierno que el pacto y la corrupción que conlleva.

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