Paco Bono

PACO BONO SANZ

Dicen los dirigentes oligarcas del Estado que ofrecerán más consenso y más diálogo, diálogo, diálogo, ¡diálogo! ¿Acaso piensan que somos todos idiotas? ¿Diálogo con quienes quieren destruir España? Para que haya diálogo ha de haber discurso. Para que haya discurso se tiene que discurrir. ¿Hay en la historia universal de los nacionalismos algún caso que se haya resuelto con diálogo? ¿Sirvió para algo el diálogo con Hitler, Mussolini o con Franco? Unos fueron derrotados en la guerra que ellos mismos provocaron, el otro murió en la cama; jamás renunciaron a su nacionalismo.

Y de nuevo recurren a la Constitución. Que si hay que respetar la Constitución, que si la consulta no puede celebrarse porque la Constitución no lo permite… ¿Serán ignorantes? Como afirma Don Antonio García-Trevijano: la Constitución no garantiza la unidad de España, sino que es la unidad de España la que garantiza en todo caso la Constitución. He aquí la clave del asunto, amigos, España no es un proyecto sugestivo de vida en común, España no es fruto de la voluntad, sino de la historia, es un hecho de existencia, no de experiencia, la unidad de España no es un asunto que competa a la democracia, como tampoco se puede votar si Dios existe o no. España es un Estado y una Nación que empezó a fraguarse en 1412, con la firma del compromiso de Caspe, que supondría con los años la celebración del histórico matrimonio de los Reyes Católicos y la posterior conquista de Granada el 2 de enero de 1492. ¡Más de cinco siglos de historia nos contemplan! Ni antes, ni durante, ni después han gozado Cataluña o el País Vasco de Nación y Estado propios. ¡Miente la Constitución de 1978 cuando habla de nacionalidades! ¿Nacionalidades en España? ¡Sólo hay una!, ¡la española! Y no es éste un argumento pasional o sentimental, sino racional. Una nación sólo puede contener una nacionalidad; es de sentido común. Todos los españoles somos hijos de la misma patria y, nos guste o no, estamos condenados a ello por la historia. ¿Derecho a decidir? ¿Por qué ha de gozar esta generación de catalanes y españoles del derecho a decidir sobre aquello que sus padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y demás antepasados no fueron consultados? ¿Qué nos hace a nosotros merecedores de este privilegio contra el resto de generaciones? La mentira ha engullido al sentido común, las mentes brillantes se han hecho mate, la libertad se confunde con la servidumbre.

El independentismo se acerca cada día más a un callejón sin salida. Pero en el camino quedaron muchas víctimas del nacionalismo. ¿Cómo van a resarcir el daño sufrido por aquéllos que han padecido el acoso del nacionalismo durante los últimos treinta años? También en el camino ha quedado herida de gravedad la conciencia de la unidad de España. Hay quienes creen que España nunca existió, y otros llegaron a presidentes del gobierno afirmando que España es un concepto discutido y discutible. Sin embargo, el juego del derecho a decidir toca a su fin, porque sólo el suicidio acabaría con España. ¿Cabe en alguna cabeza que España se vaya a suicidar? España no sería España sin Cataluña, pero Cataluña tampoco sería Cataluña sin España. Lo mismo ocurriría con cualquiera de las otras regiones.

Piensen ustedes. ¿Cuentan los independentistas catalanes con alguna fuerza superior a los 500 años de historia de España? ¿Quién les va a ayudar?, ¿Francia?, no; odia los separatismos; ¿Reino Unido, EEUU, Bruselas, Rusia, China? Todos rechazan los separatismos, los temen y los combaten. ¿Cómo es posible que Madrid, a sabiendas de que este juego de locos no llega a ninguna parte, haya consentido que se prolongue en el tiempo? No hay compensación que detenga al nacionalista, porque su verdadero fin es la consecución de un Estado propio para ensalzar a los pequeños jefes mediocres de partido y convertirlos en los nuevos príncipes. Se acaba la tomadura de pelo, señores. España es y lo fue mucho antes que ninguna constitución existiera en el mundo. Déjense de diálogos de besugos. No sean cobardes y planten cara quien ya ha cometido un delito de inducción a la sedición. Sólo hace falta que se aplique el código penal para que se pueda procesar a Arturo Más y al resto de altos cargos de la Generalidad catalana (que es un órgano delegado del Estado, como el resto de comunidades, una entidad menor, subordinada al Estado). Lean el Artículo 545.1: “Los que hubieren inducido, sostenido o dirigido la sedición o aparecieren en ella como sus principales autores, serán castigados con la pena de prisión de ocho a diez años, y con la de diez a quince años, si fueran personas constituidas en autoridad. En ambos casos se impondrá, además, la inhabilitación absoluta por el mismo tiempo”. ¿Qué alternativa tienen los nacionalistas para lograr el triunfo en su lucha? Cataluña sólo tendrá Estado propio cuando los nacionalistas catalanes hayan ganado una guerra civil contra los catalanes no nacionalistas y hayan vencido luego también al resto de los españoles en una segunda guerra. La Guerra de las Galaxias…

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