Paco Bono

PACO BONO SANZ

El hecho de la politización de los idiomas por parte del nacionalismo tiene un gran ejemplo en España. Es en este antiguo país, con más de quinientos años de historia como Nación, donde actualmente se produce la manipulación de conceptos tan bien definidos por la historia y por la realidad del presente. ¿Hay acaso en España más idiomas españoles que el Español? ¿Son el Gallego, el Catalán o el Vascuence idiomas españoles? ¿Hemos de aceptar que el español sea denominado “Castellano”? Trataré de dar respuesta a estas preguntas en los sucesivos párrafos de este breve artículo.

Para empezar, quisiera dejar claro el que los idiomas no son patrimonio de los territorios, sino de sus habitantes. Pero además, hay idiomas como el español que son universales, porque su uso se extiende por distintas naciones en varios continentes. Bien, establezcamos pues que los idiomas pertenecen a los individuos, forman parte de su idiosincrasia, conforman la estructura necesaria para su aprendizaje y para la posterior ordenación de su pensamiento, son una herramienta, no un fin. El hombre es lo que es gracias al uso del lenguaje. Sin embargo, como su naturaleza no histórica es materia de estudio para los filólogos, no voy a entrar en ella, sino que me voy a limitar a la vertiente política e histórica de los idiomas peninsulares, tanto de ámbito nacional como regional.

El Español es un idioma imperial porque se creó y creció bajo un imperio, como sucedió con el portugués, el francés, el inglés o el italiano. Todos ellos forman ya parte de la cultura universal. ¿Tiene sentido que un idioma como el Español, fraguado no sólo dentro de España sino allende los mares, sea llamado “castellano”? Es absurdo. No cabe otra explicación para este consenso establecido entre filólogos y políticos que su intención de que todos los idiomas que se hablan dentro de España sean considerados españoles. El español es uno, imperial y universal. No deseo que se identifiquen mis palabras con las de los nacionalistas españoles, porque a diferencia de aquéllos (que son tan nacionalistas como los nacionalistas regionales, provinciales y locales) yo no rechazo el resto de lenguas ibéricas, sino que me limito a criticar que un idioma común como el nuestro, con un clarísimo carácter nacional, ya que contribuyó sin duda a la creación y expansión de la hispanidad, se delimite al pequeño espacio geográfico de una región, como si fuera de su propiedad. En tal caso, ¿por qué no cambiamos el nombre de España por el de Asturias?, ¿no empezó allí la Reconquista y fue aquél el primer reino de la España post visigótica? Es más, si establecemos la denominación de un idioma por su origen, vayamos más atrás en el tiempo y hablemos del Latín, pues, ¿no es el “Castellano” un dialecto de Latín?, ¿tendría sentido que llamásemos hoy Latín a todas las lenguas romances? No, en cambio sí se señala su origen latino; y he aquí la clave, porque el Español, el idioma común de todos los españoles y de una gran parte de los habitantes de América, tiene un origen castellano, origen, insisto, pero nada más que origen.

El nacionalismo español cometió el mismo error que hoy cometen los nacionalismos regionales. Los idiomas no pertenecen a los territorios, sino a sus habitantes; no me cansaré de repetirlo. La superioridad del español en todos los sentidos con respecto al resto de idiomas peninsulares (y europeos no imperialistas) no merece discusión. Pero esa superioridad, circunstanciada por la historia, no implica que dos, tres o más idiomas puedan coexistir en una misma Nación (esto lo ha demostrado la historia en España). Sin embargo, ni el Gallego, ni el Vascuence, ni el Catalán (ni sus hablas valenciana y mallorquina) son idiomas españoles, sino de ámbito regional. El Español es un todo, y el resto son una parte. ¿Merecen ser respetados sus hablantes? Por supuesto. ¿Enriquece la cultura española la supervivencia de esos otros idiomas peninsulares? Sin duda. ¿Tiene sentido que los nacionalistas de ayer y de hoy sigan construyendo naciones con idiomas cuando los idiomas no son fundamento sino consecuencia nacional? La historia está plagada de casualidades, y tal vez una de ellas fue la de que el Castellano se convirtiera en Español. Quien trate de anular o modificar los hechos casuales de la historia, comete una barbaridad, pues los hechos son lo que son, y los idiomas son instituciones sociales de creación espontánea, como el dinero o la familia, en cuya fundación han intervenido millones de personas.

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