Paco Bono

PACO BONO 

Pacto de convivencia, dice su “majestad”. ¿Pacto? ¿Consenso? ¡Traición! ¿Qué puede resultar de esto sino la corrupción? Corrupción en origen, corrupción al final de una vida que balbucea como si todo fuera un juego. Porque quien se encuentra al margen de la ley, quien está situado por encima del bien y del mal (encarnando la peor maldad) es incapaz de comprender la realidad. “Son mis súbditos, son mi pueblo, me pertenecen”. Pronto veremos al rey asomado desde balcón de su palacio con una caña de pescar, como Franco en aquella escena de la película “Buen Viaje, Excelencia”, dirigida por Albert Boadella, y en la que Andrés Fontseré parodiaba magníficamente a un Francisco Franco desvariado en sus últimos meses de vida.

La vejez empeora cuando el viejo ha obrado mal durante su juventud. Ya no hay tiempo para remordimientos, ni puede cambiar uno mismo, ni se puede enmendar lo realizado en el pasado. La única solución consiste en engañar, en falsear lo sucedido, en volverse loco para cabalgar muerto a caballo, como el Cid en otros tiempos. Un rey que siempre lee lo mismo, un rey que no ha hecho una buena obra por España en toda su vida, un rey así, ¿cómo ha de acabar de otra manera que corriendo por los pasillos como el Rey Jorge III de Inglaterra? ¿Y Franco qué opina de esto? Decía el abuelo de Majaelrayo… Se repetirá.

Benjamin Constant afirmaba que no hay mayor corrupción que la producida por la incertidumbre. El reinado de Juan Carlos siempre ha permanecido en la incertidumbre a causa de su trinitaria ilegitimidad. No goza de la legitimidad histórica, pues traicionó a su padre e impidió que fuera aquél quien optara al trono. No disfruta de la legitimidad racional o democrática, pues su coronación no fue sometida a referéndum ante el pueblo español; los gobernados sólo pudieron contestar sí o no en un plebiscito que servía de tapadera internacional para legitimar con falsedad lo ya decidido por Franco y por todos los traidores. No tiene legitimidad carismática, aunque se la intentaran regalar manipulando la verdad del auto-golpe de Estado del 23-F.

Quisiera terminar mi columna reflexionando sobre dos de las mayores fechorías del rey. Fíjense. En el año 1976, ya coronado, Juan Carlos consintió el que Fraga encarcelara a Don Antonio García-Trevijano Forte, coordinador de la “Platajunta” (organización que reunía a toda la oposición al franquismo). Durante ese encierro, que duró más de cuatro meses, el rey y todos sus cómplices traidores (franquistas, socialistas, comunistas y nacionalistas) fundaron el consenso político para repartirse el Estado neofranquista, e impidieron así la ruptura democrática y la apertura de un periodo de libertad constituyente, que era lo que propugnaba la “Platajunta”. Sin embargo hoy, el rey y su actual mancebo partidocrático, Mariano Rajoy, callan ante el descarado delito de sedición cometido por Artur Más, consintiendo así que la locura nacionalista del odio continúe. Meten en la cárcel a quien lucha por la libertad política de los españoles y, en cambio, protegen a quien fomenta la ruptura de una Nación con más de 500 años de historia. He aquí la herencia corrupta de este reinado infame.

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