Los números no engañan. Más de cinco millones de parados desesperan y aguardan un remedio a su precaria situación. Cada caso es un drama, acentuado si quien no encuentra trabajo es una madre o padre de familia con hijos y otras personas dependientes de sus ingresos. ¿Qué decir además de aquellos que no pueden acceder al subsidio de desempleo porque a pesar de no recibir un salario desde hace meses tampoco son despedidos por sus empresas? Hipotecas y sueños rotos, negocios centenarios quebrados. Se ha producido un cambio de gobierno y, sin embargo, la situación no parece mejorar tal y como pronosticaron los cegadores mediáticos del “populacho”. Y es que nos aproximamos a unas nuevas “elecciones”, y el poder partidocrático en Andalucía es la primera cuenta en una guerra ajena a los ciudadanos, pero no a sus bolsillos.

No mientan más. No existe mercado de trabajo. Un mercado es, según la RAE, un “estado y evolución de la oferta y la demanda en un sector económico dado”. Nuestro “mercado laboral” sufre un desequilibrio atroz entre oferta y demanda, cuya consecuencia conlleva que cientos de miles de españoles vean en la emigración la única salida para la supervivencia. Esto ya lo hemos leído en la historia. El fracaso de los regímenes siempre va sucedido de un dramático éxodo humano.

Lo ocurrido estos dos últimos años ha superado todas las previsiones de los “expertos”, encubridores del principal problema, que no son los políticos, sino un sistema político sin control ni separación de poderes que ha podrido la labor política con la gangrena de la irresponsabilidad, la corrupción y la impunidad. ¿Cómo es posible que el mismo consejero que nos llevó a la ruina en la Comunidad Valenciana se nos presente ahora como el sanador del enfermo?, ¿acaso tiene sentido que el gobierno de España suba el IRPF, el valenciano suba el tramo autonómico que grava los carburantes y el gobierno de la Comunidad de Madrid haga justo lo contrario? No entraremos a debatir sobre quienes lo están haciendo bien y quiénes mal, a pesar de que se trate de gobiernos del mismo partido, y sí nos limitaremos a referir lo grave, antidemocrático y ruinoso del Estado de Contradicción en que se hallan quienes venden democracia, representación y voluntad de servicio ciudadano, mientras en verdad profanan todo aquello para servir a unas siglas y sus oportunistas intereses. Los partidos son proyectos de Estado excluyentes cuyo fin consiste en beneficiar a los suyos aprovechando el privilegio que poseen con respecto al Estado.

El régimen de partidos, la llamada Monarquía Parlamentaria, mantiene secuestrada a la “clase media” con sus garras recaudatorias obligando a sus miembros a que asuman los costes de una crisis que, aunque les afecta directamente (sanidad pública, educación pública, subsidio de desempleo, pensiones de jubilación… etc.), no es consecuencia de su responsabilidad. No hay libertad política, por lo que no somos dueños de nuestro destino, por lo que estamos en manos de un régimen que nos engañó regalando pan a cambio del hambre de nuestros hijos. Y nosotros sin saberlo, o sencillamente ciegos…

Entretanto los partidos políticos (gobiernen o no), los sindicatos (gobiernen o no) y la patronal (gobierne o no) manejen las riendas de un Estado que los subvenciona al margen de la Nación, la situación no mejorará. ¿Ahora nos echamos las manos a la cabeza? Uno no es economista, pero sí conoce las cuentas de la china. Mientras la “clase media” soporta una presión fiscal que supera con creces el cincuenta por ciento de los ingresos derivados de su fuerza de trabajo, la única solución que planea este régimen fratricida, monárquico, antiespañol, antidemocrático y contra-nacional, es el finiquito de esa misma “clase media”, aunque digan que sea por un tiempo, lo cual es mentira. Publican los medios generalistas que de esta crisis se sale, pero no señalan que si se consigue será a costa del lanzamiento de cientos de miles de españolitos de a pie por la borda, así como del remar intenso los otros en las bodegas del Estado. El buque llamado España se aleja tan veloz de la libertad política como se acerca de forma horrible a una nueva sociedad de clases desconocida hasta el momento. No se engañen, no se proyectan medidas para salvar su situación; lo único que pretenden los miembros de la partidocracia es la supervivencia de este régimen antes de que su quiebra la haga irreversible. El que trabaje, lo hará cada vez más para el Estado, otrora de “bienestar” y siempre ajeno.

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