En las democracias representativas, los medios de comunicación social contribuyen, a veces decisivamente, a la fijación de la hegemonía cultural en la sociedad civil, que luego se traduce en la victoria electoral de los grupos políticos que mejor la sintetizan en elecciones separadas. Esa influencia no los convierte en poderes fácticos, como los sindicatos, ni en grupos de presión, como las corporaciones bancarias o industriales. La prensa libre es un poder civil y cultural, no un poder político ni estatal.   La función de los medios informativos es distinta en el Estado de Partidos. Más propagandísticos del consenso que informantes de la realidad extraconstitucional, ellos constituyen la base sustantiva de la partitocracia. Un tipo de oligarquía estructural donde un solo poder estatal, el ejecutivo, configura la estructura subordinada de las demás funciones separadas del Estado, con el consenso de los medios. Ese privilegio del ejecutivo sólo puede estabilizarse si no hay libertad política colectiva y todos los medios informativos apoyan al Régimen, alineados o no con partidos afines.   La sociología del poder y la teoría política no han percibido la distinta función de la prensa en un sistema democrático y en una oligarquía de partidos estatales, porque tampoco han visto la diferente naturaleza de la libertad política ciudadana, en la democracia representativa, respecto de la libertad política limitada a los partidos estatales, en la partitocracia. Ésta no puede representar, aunque quisiera, a la sociedad civil, sino solamente a sociedad política interpartidista. La función de los medios informativos ha transformado su naturaleza en este tipo de Estado, donde se expresan primordialmente como auténticos órganos de poder paraestatal y férreos guardianes de la oligarquía partidista, de la que forman parte constituyente. En España, la prensa no es cuarto poder, porque no hay segundo ni tercero. Su naturaleza y cometido corresponde a la de un poder paraestatal, definidor de la hegemonía en la opinión pública que él mismo fabrica. Con una prensa libre y veraz, la Monarquía del Estado de Partidos se hundiría hasta el abismo en una semana.   Quien define la hegemonía en la sociedad, sin libertad política, incorpora al gobierno de la oligarquía el elemento civil que lo distingue de la dictadura.   Prensa hegemónica (foto: MCRC)

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